Una historia como para no creer


Esto me lo cuentan y aún no lo puedo terminar de creer. Es una historia sobre los semáforos de Bucaramanga.

Resulta que por allá en la mitad del siglo XX, llegaron los primeros semáforos a Bucaramanga. Eran muy pocos, de color blanco y colgaban en una que otra esquina, de los escasos edificios de más de un piso. Había uno en el Teatro Santander y otro en el Edificio Garnica (hoy calle 34 con 17) como se ve en la foto famosa del ‘»Almacén El Loco».

Esos semáforos duraron poco en funcionamiento y luego del primer daño quedaron apagados durante mucho tiempo, confundidos con los remanentes de las lámparas de arco voltaico que en tiempos aún más lejanos aún la base del alumbrado publico.

Con el tiempo les pasó lo mismo que a los buzones de bronce de los correos, lo que a los mojones de topografía del mismo material y las placas de las rampas peatonales que sirvieron de gancho electoral en la época incendiariamente recordada de Iván Moreno: terminaron en alguna fundición y hoy en día deben ser parte de la autentica decoración de la casa de algún traqueto. O en sitios de reciclaje.

Siguiendo con el cuento. Como casi no había carros, e incluso hasta las patrullas de la policía rodaban tan lento que podían llevar un par de agentes colgados en la parte de atrás sin peligro de caerse, esas patrullas eran unas camionetas parecidas a las de las lavanderías Sandel y la Química que duraron muchos años rondando por las calles de Bucaramanga.  Los semáforos se olvidaron escondidos entre tantas telarañas y solamente aquellos lugareños que salían del «cascarón» empezaron a ver que había una mejor forma de dirigir el  tránsito que trepando a los policías en esos pedestales de Club Soda. Pues en esa época era la policía la que dirigía el tránsito. Aún el municipio no había burocratizado ese oficio.

Para los recién llegados. La Club Soda, era una gaseosa típica y exclusiva de Bucaramanga, se puede afirmar que era más típica que la Kola Hipinto. La Club Soda era la que los Bumangueses despistados pedían en Bogotá y les daban una Bretaña. La más conocida era la Naranja, como se ve en la foto. La producían en la Embotelladora Santander, por los lados de la carrera 15, en donde embotellan la Coca Cola. También era de un sabor muy particular la Club Soda Tamarindo, aunque se vendía menos tuvo su apogeo en el primer salón de maquinitas de la ciudad. En donde los pingos tomaban tamarindo, jugaban futbolito, pin ball y pong por horas y horas. Bueno el caso es que la Coca Cola mató a la Club Soda y a los gobernantes les dio por revivir los semáforos por allá en los años 70, dicen que no tanto por el aumento del tráfico sino por llevar la ciudad a la modernidad .

Y antes de lo que canta un gallo, en menos diez años, les dio por modernizar los semáforos. Asesorados convenientemente por los técnicos extranjeros de generosas firmas que invitaban a conocer sus fábricas y otras cosas en Europa a técnicos y políticos. Y a inicios de 1980, por la época en que estaban dando palo en las emisoras Michael Jackson y empezaba a volar el transbordador espacial, compraron un moderno (para la época) computador para que se encargara del tráfico. Dicen que aún no existían los computadores personales o PC, y que los computadores de ese entonces tenían menos potencia de cálculo que un smartphone IPhoneo o Android de hoy en día. Esos bichos eran más voluminosos que una nevera. Tanto así que el municipio tuvo que comprar un lote y construir un edificio exclusivamente para el computador de tránsito. Como siempre, por la época hubo un escándalo y suspicacias por el costo del «dinosaurio», pues los entendidos decían  que para entonces ya era obsoleto; pero como todo acá, ese escándalo se sepulto por el alud de escándalos que caen en temporadas electorales.

Bueno, si hasta ahora no me ha creído nada, le cuento que el edificio aun existe y queda en la diagonal 15 con carrera 17, ahí donde empieza el deprimido que hicieron a cargo de Metrolínea. Puede observar en la imagen de la zona inferior. Y desde hace 30 años no se sabe que modificaciones o cambios en el artefacto ese.

el tejar

Con el paso del tiempo todo cambió: Se acabó la Club Soda, se murió Michael, llegó Metrolínea, demolieron el edificio Garnica, archivaron los transbordadores, volvieron a contratar la policía para dirigir el tráfico, los carros se multiplicaron por 20, no sirvió Metrolínea. Y el computador ahí…

¿Y los semáforos?

Bien, gracias. Ahora realmente esos postes amarillos con bombillos de colores no sirven mucho para lo del tráfico, pues parece que nunca pudieron volver a coordinarlos. Sin embargo, han sido muy útiles para concentrar el sub empleo, a la gente que puede participar en programas de talento en la TV y para vender prensa.

Una predicción:

En el año 2152, unos arqueólogos escavando en la región que se conoce como Bucara Magna, revelerán el hallazgo de una rara edificación bajo un arrume de los vedados vehículos de combustión interna, a una asombrada comunidad científica. Y lo que más causará sorpresa es, que aún esta en funcionamiento una especie de control de iluminación publica, a las cuales no le han encontrado utilidad, pues el ciclo no coincide con el ciclo día – noche.  Unos arriegados se atreven a  afirmar que en los tiempos pasados los días eran más cortos, pero eso no cuadra con los pocos registros escritos que se han salvado de la quema anual de información que llaman «la Ivanada». Dicen que tiene ese nombre por un alcalde que existió en la ciudad, pero como cosa rara no hay un sólo registro de su mandato, su cara no aparece en imágenes conmemorativas, no hay monumentos con su figura; y en una especie de amnesia colectiva nadie lo recuerda a él o a sus secretarios de despacho, esos superburócratas que existieron a finales del siglo XX y principios del XXI.